Adios…

[audio:05_-_Mono_-_Follow_the_Map.mp3]

– Adiós…

Tenía 13 años cuando la entendí, casi todos los días la escuchaba,  mi madre dejándome en la escuela, mi padre saliendo a trabajar, mi hermano saliendo a la universidad, nunca le había puesto importancia.

Era verano, vacaciones, no mas escuela por un par de meses, viaje al bosque, cada año hacíamos lo mismo, aun me emocionaba en esos tiempos, recuerdo las cabañas perfectamente.

Tres días habían pasado, más familias iban llegando, algunas otras se iban también, recuerdo como llegaste, una gran camioneta roja, una Suburban que hacía más ruido del necesario, bajaron 6 personas, tu, tus hermanas, tu hermano y tus padres.

Hacía mucho frio, una alta fogata era el punto de reunión de todos, mi madre siempre me decía que fuera con los demás niños, nunca le hice caso, tú fuiste quien se acercó.

Jugo de manzana me ofreciste, yo te ofrecí pan, comimos en silencio, no entendía nada, me dijiste que tenías 13 años, yo también tenía esa edad, jugamos Monopoly, nos fuimos a dormir tarde, nos despedimos por primera vez.

Tocaste la puerta, eran las 10 de la ma̱ana, Рse encuentra Tim -, te escuch̩ decir desde el segundo piso, mi madre te dijo que ahorita bajaba, me quit̩ la pijama, me cambie y baj̩ corriendo.

– Hola – te salude, – ¿Cómo estás? me respondiste, mi madre volvió a cocinar, fuimos a la cocina a ver que hacía, me dijiste que te encantaban los hotcakes, te invitamos a desayunar.

Todos los días tocabas la puerta por la mañana, recuerdo tu chamarra roja y el beannie también rojo, fué lo primero que te regalé, a mi madre le agradabas.

Quince días pasamos así, platicamos todo el tiempo, concordamos en muchas cosas, ambos vivíamos en la misma ciudad, no conocía tu escuela, vivías no muy lejos.

Me dijiste que te irías mañana, nos juramos vernos después, intercambiamos teléfonos, nos regalamos cosas, te empecé a querer.

– Adiós… – dijiste con voz quebrada, – Hasta luego – te respondí, diste media vuelta, tu familia te esperaba en la Suburban, empezaste a caminar.

Diste media vuelta, corriste hacia donde estaba, te regresé el abrazo, no entendía nada aun, te besé también, volviste a correr.

– Adiós… – te dije mientras te alejabas.

– Adiós…

Tenía 13 años cuando la entendí, casi todos los días la escuchaba,  mi madre dejándome en la escuela, mi padre saliendo a trabajar, mi hermano saliendo a la universidad, nunca le había puesto importancia.

Era verano, vacaciones, no mas escuela por un par de meses, viaje al bosque, cada año hacíamos lo mismo, aun me emocionaba en esos tiempos, recuerdo las cabañas perfectamente.

Tres días habían pasado, más familias iban llegando, algunas otras se iban también, recuerdo como llegaste, una gran camioneta roja, una Suburban que hacía más ruido del necesario, bajaron 6 personas, tu, tus hermanas, tu hermano y tus padres.

Hacía mucho frio, una alta fogata era el punto de reunión de todos, mi madre siempre me decía que fuera con los demás niños, nunca le hice caso, tú fuiste quien se acercó.

Jugo de manzana me ofreciste, yo te ofrecí pan, comimos en silencio, no entendía nada, me dijiste que tenías 13 años, yo también tenía esa edad, jugamos Monopoly, nos fuimos a dormir tarde, nos despedimos por primera vez.

Tocaste la puerta, eran las 10 de la ma̱ana, Рse encuentra Tim -, te escuch̩ decir desde el segundo piso, mi madre te dijo que ahorita bajaba, me quit̩ la pijama, me cambie y baj̩ corriendo.

– Hola – te salude, – ¿Cómo estás? me respondiste, mi madre volvió a cocinar, fuimos a la cocina a ver que hacía, me dijiste que te encantaban los hotcakes, te invitamos a desayunar.

Todos los días tocabas la puerta por la mañana, recuerdo tu chamarra roja y el beannie también rojo, fué lo primero que te regalé, a mi madre le agradabas.

Quince días pasamos así, platicamos todo el tiempo, concordamos en muchas cosas, ambos vivíamos en la misma ciudad, no conocía tu escuela, vivías no muy lejos.

Me dijiste que te irías mañana, nos juramos vernos después, intercambiamos teléfonos, nos regalamos cosas, te empecé a querer.

– Adiós… – dijiste con voz quebrada, – Hasta luego – te respondí, diste media vuelta, tu familia te esperaba en la Suburban, empezaste a caminar.

Diste media vuelta, corriste hacia donde estaba, te regresé el abrazo, no entendía nada aun, te besé también, volviste a correr.

– Adiós… – te dije mientras te alejabas.

Huyendo

¡Sigue corriendo!, le gritó el niño a la niña, poco a poco sentía como sus piernas se empezaban a cansar, un ardor se empezaba a generar en sus pantorrillas y muslos con cada paso que daba, la niña no respondió nada, solo apretó por un instante los ojos mientras intentaba dirigir todas sus energías a dos lugares, la primera sus piernas, ella al igual que el niño estaba cansada, había corrido por tanto tiempo que no sabía si eran horas o días y sus piernas a cada paso que daba le decían que no podían por medio de una punzada de dolor; el otro lugar era su mano izquierda, en realidad estaba más preocupada por esa mano que por sus piernas, sabía que si se tropezaba el niño no la soltaría y la ayudaría a levantarse rápidamente, pero por otro lado, no sabía qué pasaría si es que se soltase, si cayese después de soltarse, ¿se quedaría ahí?, ¿el niño la esperaría?, quería creer que así sería, que el niño nunca la dejaría.

Las altas paredes de las estructuras alrededor del niño y de la niña creaban cientos de caminos, calles y callejones, si se pudiese ver desde cientos de metros de altura la ciudad no parecería otra cosa más que un laberinto para ratones, y el niño y la niña se sentían así, como ratones en un laberinto, tenían que seguir corriendo.

A cada paso el resonar de los zapatos contra el suelo los hipnotizaba, llevaban tanto tiempo corriendo y escuchando el rítmico golpeteo que la niña ya no necesitaba voltear hacia su compañero para saber qué dirección tomaría, una variación en el ritmo le podía decir si es que acelerarían el paso o si bajarían la velocidad un poco, si darían vuelta hacia la izquierda o si tendrían que saltar algo.

Habrán pasado días posiblemente, la niña no estaba segura, las altas paredes y sus anuncios luminosos no le permitían saberlo, publicidad de restaurantes y de tiendas de regalos, tiendas de electrónica y mueblerías, tantos anuncios luminosos existían que ya no podía saber si era día o noche, a veces la lluvia los ayudaba a sentir que el tiempo pasaba mientras los dos seguían huyendo.

El sótano

Al día de ayer mientras dormía tranquilamente me despertaron unos ruidos, alguien tocaba el timbre del edificio, abrí los ojos y vi que apenas iban a ser las 12 de la noche, según yo había dormido mucho más, pero no, simplemente era de esos momentos en que 20 minutos de sueño se sentían como si hubieran sido muchas horas más, unos instantes después volvió a sonar el timbre nuevamente, no se si alguno de los otros inquilinos lo escuchó, supongo que no.

Me levanté, hacía frió así que agarré una sudadera y me dispuse a ver de quien se trataba.

Llegué al recibidor y fuí hacia la puerta, la abrí y pregunté qué se le ofrecía, me dijo que estaba interesado en rentar un lugar, negocios son negocios así que sin importar la hora le mostré el lugar, vimos un departamento, le mostré el patio pero él no se veía muy convencido, unos instantes después me preguntó que si tenía sótano el edificio, le respondí que si, me pidió verlo, se me hizo extraña la petición y le dije que para qué, me preguntó que si tenía sótano el sótano libre para rentarlo, no supe que responderle, no todos los días alguien te pregunta por eso, le dije que si, pero no se si estaba desordenado, me respondió que no importaba y que también no me preocupara por la renta, que el pagaría como si fuera un departamento más.

Hice algo de memoria para pensar que pudiera haber ahi pero no se me ocurrió nada, le dije que teníamos un trato, minutos después estabamos hablando sobre los detalles del edificio y firmando el contrato, me dió el pago inicial y nos despedimos justo después de darle su llave, me di media vuelta y me fuí a dormir.

Ah si, el nuevo vecino es Mouse quien nos acompaña en lo más profundo del edificio para que pasen a saludarlo.

Hoy en Monofighters…

Hace un par de semanas el buen Celph me hizo la invitación de participar en una campaña de rol en blog que él está llevando, en lo particular se me hace más como una historia colectiva por el formato que se sigue para publicar.

El día viernes apareció por primera vez mi personaje, Dave Deacon un ladrón que tiene un poder muy especial sobre el espacio que le rodea y apenas ayer domingo fue que publiqué mi primer entrada en la historia la cual les reproduzco aquí, si desean seguir viendo que sucede los invito a que se den una vuelta a “Monofighters”.

“(Orbitek) – Dave – Nervios antes de la función”

Dave sabía que faltaban pocas horas para que le avisarían que la hora había llegado, como nunca esta vez se encontraba algo nervioso, si bien llevaba viviendo ya varios años en la profesión nunca le habían solicitado que se hiciera cargo de una persona, y mucho menos de un niño.

Revisó todo por última vez, los colchones se encontraban en su lugar, la identificación la traía consigo, rectificó que el celular tuviera señal, sacó los planos del edificio de Orbitek que había estado realizando en los últimos días que había trabajado como conserje y les dio una última mirada, sabía que hoy era el día en que todo lo planeado se pondría a prueba, los nervios le hacían algo de efecto puesto que sabía que era muy poco tiempo para planear todo.

Se puso el traje de conserje, el parche en el ojo izquierdo (1) y el bigote postizo, volvió a repasar mentalmente el plan, aun no entendía porque es que tendría que ir por el niño, no entendía que tendría de especial y porque es que su jefe mantenía tantos secretos hacia él.

Se disponía a salir cuando notó que estaba olvidando algo, pensó que los nervios le estaban pesando, respiró profundamente y se dijo: – ¡ni que no pudieras! – regresó y agarró el cinturón de herramientas, dio media vuelta y se encaminó a la ventana del departamento…

En el edificio de Orbitek se aseguró de cumplir con lo más importante para llevar a cabo el plan: abrir la puerta a la azotea y dejar abierta una ventana en cada piso. Habiendo terminado eso salió a la calle a ver el edificio, fue entonces que sonó el teléfono: “10 Minutos para la función…” fue lo que leyó, corrió al callejón y una nube de humo dorado apareció enfrente de él, instantes después se encontraba en la azotea, cerró los ojos y empezó a bajar por las escaleras, el plano del edificio poco a poco se empezó a materializar dentro y fuera de su cabeza.

——

(1).- Parche médico, no parche de pirata ni nada por el estilo

Cuento en 250 palabras

Tenía los ojos cerrados cuando sonó el despertador, por lo general me despierto antes, pero hoy no, me fue imposible hacerlo, pasada una hora (según yo) volví a abrir los ojos. Me rodé sobre mi espalda para ver por la ventana y darme una idea de que hora pudiera ser, pensé que eran como las 10 de la mañana por lo claro del día pero estaba equivocado, tomé el celular y leí 14:28, pensé en ir a desayunar pero comer me sonó más idóneo considerando la hora, prendí la radio al tiempo que me levantaba de la cama, Virtual Insanity sonaba por las bocinas.

Bajé los tres pisos para llegar a la cocina, técnicamente no son tres pisos sino que la casa se encuentra en desnivel, decir que tienes que bajar tres pisos para llegar a la cocina ayuda a hacerles creer a las personas que la casa es más grande de lo que realmente es, síndrome Libertad le digo yo, es como en ese cartón en el que Mafalda conoce el departamento donde vive Libertad con su mamá, en el que una grita y la otra responde susurrando para pretender que están muy lejos una de la otra.

Mi situación tiene grandes ventajas, como poder estar en una casa de “tres pisos”, pero también tiene sus desventajas, la más grande, el momento en el que llegan los dueños de la casa y encuentran un extraño en ella, mejor me pondré los ténis por si es que tengo que correr.

Cuento similar #1

Pensé en contar la historia de un hombre, una persona que pasa las tardes esperando ver el día en que la vea llegar, la conoció, bueno no, no la conoció, la vio hace un poco mas de 8 meses.

Era una tarde lluviosa, se encontraba caminando por el boulevard intentando resguardecerse a cada paso bajo las ramas de los arboles en la banqueta, un par de cuadras le fueron suficientes para darse cuenta que no habría modo de poder escapar a la lluvia a menos que buscara un techo, miró a su alrededor, una tienda de paletas se encontraba abierta en la acera contraria, unos niños comían helados mientras que observaban atentamente las gotas de agua caer por el filo del toldo que cubría la entrada.

Volteo a su derecha y vio una amplia puerta de madera abierta de par en par, buscó algo que le indicara que era dicho lugar y encontró un letrero en la parte superior de la misma, letras doradas labradas en un marco de madera: “Restaurant La Fuente”.

Entró meramente por el instinto de evitar seguirse mojando, se secó los zapatos en un tapete y siguió su camino al interior del lugar, notó que a pocos pasos de la entrada se encontraba una fuente de roca, “de ahí viene el nombre” pensó al tiempo que escuchaba “La Chica de Ipanema” siendo interpretada por alguien en algún lugar de restaurante que él no lograba ver.

Siguió avanzando un par de metros detrás del mesero quien le guiaba a hasta una mesa disponible. Se sentó cerca de una esquina del lugar y ordenó un café americano, sacó su agenda del saco y vio que pendientes tenía para el día siguiente, una junta era lo único apuntado.

Se encontraba guardando la agenda cuando la vio, se encontraba secándose las suelas de los zapatos al tiempo que cerraba el paraguas, la observó pasar por la fuente y seguir avanzando por el restaurant hasta llegar a la mese que le asignaron.

La continuó observado hasta que se retiró, y aun después de eso podía aun ver la imagen de ella leyendo en aquella mesa. Recuerda el tono cobrizo que tomaba su piel fruto de las ventanas del lugar y aun hoy en día, cada que llueve la recuerda a ella, recuerda el “Restaurant La Fuente” y va tomarse un café esperando volverla a ver.